ser como un gato.
Hasta los gatos se dan el tiempo de disfrutar un atardecer urbano. Las estrellas son un cliché odioso para quién creció entre postes , casas y edificios imponentes - e inertes - que no permiten ver siquiera la gloriosa luna. Hasta un gato se da cuenta de ello...
En realidad el gato se da cuenta de todo, y se lo guarda. En su perfil de espíritu contemplativo, solitario e independiente, no acostumbra a divulgar su conocimiento. Es mejor así.
"El romanticismo no radica en el cielo ni en los astros, menos en pedir deseos a las malditas estrellas fugases" piensa, mientras acicala sus bigotes...
La sabiduría, esta vez, escapa al humano. La luz también...
Listo, ahora solo en casa...