Perra.

El que tenga esta cintura y este trasero esculpido no deja de ser importante. Gracias a eso, y a mis turgentes pechos, tengo todo, o casi todo, lo que poseo ahora. Y es simple, si algo no se me da fácil, me llevo mis metas a la cama. Y ahí todo lo logro con un poco de lengua, sudor y orgasmos fingidos. Bueno, ALGUNOS fingidos, tampoco tan frívola ¿Qué si jodo amistades? Sí, pero me importa un bledo, en realidad. ¿Qué si rompo familias? Sí, la verdad es que sí. Quiero decir, a veces. Pero traro de ser discreta. Sobretodo si hay niñitos. Ay, sí. Pobrecitos ellos, los niñitos. No tienen la culpa. La culpa es de la carne y esas cosas. ¿En qué iba? Ah, las metas. Eso, que la vida se abre camino a mis pasos de diosa, y no hay nadie que me detenga. ¿¡Qué si soy feliz!?, pero qué pregunta. Claro, cómo no voy a ser feliz: tengo de pareja a un arquitecto guapísimo y exitoso, disfruto unas amigas escandalosas que me regalan portadas una vez por semana y me muevo en un auto convertible negro que es la muerte y la envidia de muchas, y de muchos… ¿mi familia? No los necesito. Tengo al público. Tengo a mis auspiciadotes. Tengo a los hombres que muerden sus labios al verme pasar. Tengo a las mujeres que, si bien se llenan la boca tratándome de perra, matarían por un día de los míos. Tengo el dinero y el reconocimiento mediático. Y por sobre todo, tengo este cuerpo esculpido, padrecito Juan. Ahora dígame, en el nombre de Dios y sin miedos ¿soy una pecadora?
FIN