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Mi vida hecha ajedrez

[porque en el fondo nunca el peón se come al rey ]

escriendo a modo random

domingo, mayo 24, 2009


Tengo la punta de los dedos helados



Hay un zancudo parado abajo del poster de Dali. Está con las patas delanteras posadas en el poster, en su borde. Justo, justo al medio de él, bien vertical, como formado en actitud de flecha, listo para salir disparado con destino-ninguna-parte. Y las otras cuatro patas, bueno, sobre la pared blanca, con posición de V pero al revés. Tiene patas largas, delgadísimas, con articulaciones milimétricas que a simple vista parecieran quiebres mal hechos, o formados a la fuerza con el filo de un cartonero. En fin... A estas horas me llama la atención ver weas así. Lo que pasa es que en la madrugada hay estados superiores, siempre he pensado eso, y me convenzo con fuerza pa'encontrarle sentido. En el día es como si la gente despierta te robara energía, son sanguijuelas inconcientes. Entonces, cuando la mayoría duerme, cuando todos son responsables por el día que se les viene, recuperas combustible y andas percibiendo lo que normalmente dejas pasar por estanque vacío, o, no sé, algo por el estilo. Bien narcolepsia: dormirse a ratos, despertar de golpe, y ver, enfocar, volver a dormir.

Nada que ver, súper nada que ver, pero acabo de tener un sueño. En mi reproductor suena Cordero UFO de jirafa ardiendo, y me evoca súper nítido la rivera de un río en el sur. ¡No! Rectifico: mejor dicho, la vegetación que crece al lado del río en el sur. Eso. Las matas que parecieran caer a las aguas pero que nunca se desprenden del borde al que se anclan sus raíces. Aunque más que eso, y con esto cierro el tema, me remito al campo. A cualquier campo. Es el sueño que acabo de tener. Un campo, un río, un caminito irregular. Es de noche, es ahora; el agua que suena, y las hojas de los árboles que cantan los temas inéditos que nunca se escriben. Y acá la parte absurda, con toda la vegetación, la naturaleza, el viento... con todo el frío puro que te atraviesa la piel, los huesos, estoy sentado en esta misma silla, fumando un cigarro, buscando el cinturón de Orion en la penumbra. Ah, y no hay luna. Bien dark la wea. El sueño dura menos de lo que tardé en escribirlo, pero es la gracia creo yo.

No es para tí. Eso canta Harrison ahora. Ahora fumo un cigarro ¿Cachai que uno demora en promedio unos cinco minutos en fumarse un pucho?. Yo me he tomado el tiempo, y a veces demoro menos. Debe ser porque nunca he aprendido a fumar bien. ¿Sepuedefumarbien? Yo creo que fumar ya es hacerlo mal. Aunque hacerlo mal sería hacerlo bien. Ah, qué onda...

Son cinco para las dos. El Zancudo retrocedió. Es como el ludo, "retroceda tantos espacios". Este lo hizo dos espacios. Espacios de él si po. Ahora suena Blackbird y es tiempo. Tengo el pelo seco ya. Me llegó un correo del equipo windows live, la dura que los he puesto correo no deseado, pero llegan igual. El equipo Windows live me tinca una tropa de gringos orgullosísimos de su invento. A mí me cae mejor el equipo google, y Pixar también.

Eso.


de las nubes

miércoles, mayo 20, 2009


Los días chubascos son tibios y tienen olor a mate con pan amasado. Muy loco puede sonar, pero los días así me abrigan. Esas nubes, que parecen teñidas con grafito molido, me abrazan, y lo hacen a la par con mi avance. Me gusta sentir eso. El abrazo es móvil, creo, y a diferencia de los abrazos normales, llenos de posesión física, no hay dosificación de libertades. No hay necesidad. La vida de las nubes es corta, pero intensa. Siento que por ahí va la cosa. Por eso, cuando el cielo se nubla, y no veo el celeste amigo de los niños, yo soy de los que me alegro. No hay depresión, querido lector/a, nada que ver, es la nostalgia del sur, y con eso sobre la mesa, digo todo lo que quiero decir.






=)

Podrido.

miércoles, mayo 13, 2009


Vamos a tener varias oportunidades; La tercera no siempre es la vencida.





Rasguñaremos árboles como gatos afilando cuchillos. Seremos correteados por los pájaros que defienden fragilidades. Nos rebelaremos a la rebeldía vendida, sin necesidad de sentirnos cool. Las invitaciones a tomar chela con los más simpáticos y crudos personajes serán el pan de cada huida. Y cada caída el nombre salado de un poema hermoso. Dejaremos de creer en palabras de amor, plasmando mejor, en definiciones más personales, los más grosos colores en su puto honor. Hagamos de la vida una canción potente y cabrona! No anclemos el silencio a esas simplonas melodías que tarareas al levantarte en la mañana. No señor. Todo es y será más complejo de lo que creemos. Las heridas cicatrizan, pero a veces podemos buscar hurguetear costras con gusto. Está en la naturaleza humana ¿no?

En tabletas de 20 comprimidos

jueves, mayo 07, 2009






Mis brazos caen bordeando mis piernas, y mis piernas, firmes al suelo como raíces, a su vez sostienen mis brazos cansados. Así no más, el desgano momentáneo me entrega a la suerte de mis gravedades instantáneas. Pero qué, pero cuándo, pero dónde. Pienso en no pensar, y en pensar eso se me van las horas en elegías sabrosas. Nada que ver. Un paso adelante, otro al lado, y me deslizo suavemente, como pinguino, cuesta abajo, dejándome caer en acantilados congelados. Las decisiones pesan, y de esas cargas no te libras con ayuda: te las llevas siempre, te impulsan o te hunden, pero se van contigo. Y sigo. Las velocidades son variables, y al pasar las escenas se muestran nítidas, listas para fotografiar, para archivar entre los recortes más disparejos y amarillos. Hay tanta geometría, tanto rectángulo vicioso (no sólo los círculos lo son), tanta forma absurda en las historias, que absurdo quiere hacerme crepitar en ellas.

Me deslizo, porque es lo que debo; me dejo caer, porque no me queda otra, porque soy culpable, porque soy la víctima, porque soy un puto ser humano, y porque la canción lo dice. Entre la gente no hay aplausos ni entendimientos absolutos, hay simple comprensión, pero todo va bajo un velo de silencio hirsuto que me hace levantar la altura en las miras, y de puro jodido que soy, no más. Es en esos estados de atención silente es donde me detengo, pero lo hago sin dejar de moverme, porque si lo hago, me congelo, me muero, me desintegro, me derrito. En eso quiero ser dacroniano, terrícolas. Voy a pestañear más a la defensiva, voy a mirar con lujos para retomar los detalles. Y creo en esas cosas con tanta convicción que me atemoriza entenderlo al cien por cien. Pero sigo avanzando (o retrocediendo, según dónde se mire la escena), y hay tantas metas como partidas nuevas al frente. Yo quiero levantar los brazos, aferrarme, frenar, ver bien qué sector tomar, darme el tiempo, elegir... pero estoy cansado, y el camino, y su fortuna, y sus baches, en estos casos, en estas copiosas lluvias de confusiones, son implacables conmigo, contigo… con cualquiera. Pero los merecimientos están a la vuelta de la esquina, y ahí algún viejo lo entregará al que pase, ¿no?
Mientras, la canción, una de tantas, sigue sonando, y yo cierro, y yo aseguro, y yo me tomo otro sorbo de un jugo de peras en polvo. Y la vida continua, dijo el cursi.


canciones eternas

sábado, mayo 02, 2009


Los sorbos de té ya están tibios. Mi cabeza, quizás por lo mismo, empieza a enfocar lo que piensa. Escribo en regresivo a los diez minutos que me quedan antes de salir a la vida. Siempre a la carrera, pienso. Siempre a la carrera con el pan tostado en la punta de mis dedos.

La verdad no tengo muy claro qué es lo que hago, pero lo hago. Entre hacer y no hacer, dicen, es mejor hacer. Y yo hago. Quiero hacerlo. Escribir y darle con suavidad a las teclas tibias de este dos de mayo. El mayo de tantas canciones, de tantos poemas. El mayo de las ambigüedades climáticas.
El sol sigue asomando. Pareciera que las nubes se niegan a la lucha, y yo hago barra en silencio. En el fondo quisiera que ganaran la batalla. Es loco, parece que fue ayer cuando me quedaba pegado en mi ventana, viendo como el cielo avanzaba raudo en una dirección fija. Casi tocando el suelo de pura espesura. Y los árboles despidiéndose de sus verdosas vestiduras con una tranquilidad... o tal vez con dos.
Quiero otoño. Quiero viento y hojas golpeando la punta de mis zapatillas. Quiero hielo en mis pulmones. Frescura filosa. Quiero tener la inspiración suficiente para no detener mi avance escrito. Quiero suponer cosas que son, que pesan, pero dan susto. Lo quiero para poder darle a las historias como ellas me han dado a mí. Para darles vida, para exigirles vida.
Soy de la generación que se toma los tiempos. No alcancé, me quedé abajo. No puedo abordar los minutos como si fueran instantáneos. Como dos cucharadas, revolver, y al seco. Como lo hacen los nuevos. Como los tactos a modo de roce. Como querer la tarde y la noche en buena compañía. Como la canción que se escucha a ojos cerrados.
Soy de la generación que no me identifica, que no me aborda, que no revuelvo, que no deja conchos al fondo de la taza. La generación que no me hace sentir viejo, que me hace tocar y tocar con tiempo, que no me dan sólo tarde y noche, sino madrugada. Soy de la generación de los amargados, los melancólicos que se quedan suspirando al sol naranjo, que se aferran a melodías desencadenadas en casettes humedecidos. Ecos. Muchos ecos de sonidos eléctricos que debieran olvidarse. Tristes. Más yo me aferro a la alegría, a lo importante. De-generación corrupta que en el fondo me gusta. Como a todos. Como a todas...

Y acá que hincho mi pecho en la previa a la sonrisa. Es como si me preparara para todo. Y acá que la mano, los ojos, la boca, las piernas envolviendo. Cubriendo mis miedos como si una húmeda lengua alimentara mi existencia. Como si su lengua fuera la lengua del mundo. Lejana, sí, como cuando bailas, pero al mismo tiempo tan cerca, sí, como estos sorbos de té matinales. Como abril y sus canciones eternas.



The Swell Season - Falling Slowly