soltero, parte 2.
Te despiertas un día X del calendario, con sabor a alcohol en la garganta y ganas de un paracetamol. Caminas hacia el baño, pendiente de que baldosas pisar. Si tienes piso de ajedrez, probablemente no pisarás baldosas de distintos colores. Te miras al espejo, y abres el mueble que está al alcance de tu entumecida y aletargada mano. Sacas un frasco de pastillas y enfocas la vista para ver si realmente son las que sirven para mitigar la jaqueca… Porque hay más frascos deambulando por allí, y no sería conveniente tragar algunos miligramos del fármaco equivocado. Tus ojeras cubren el reflejo decadente de tu trasnoche de viernes a sábado, y quieres retocar la imagen en pocos minutos… Porque debes comprar algo para el desayuno, para no comer a horas inadecuadas y desarticular la dieta. Tienes entre dieciocho y veintidós años y sería una lata pasarte en el peso… Aunque ya tienes unos rollitos asomando cuando te quitas la ropa en la noche. De a poco, comienzas a perder interés en ello. ¿Qué es mejor, comer todo lo que quieres o limitarte por idioteces como el peso y el aspecto? Si, al fin y al cabo, cuando comes, dejas de pensar tanta mierda y echas a volar la imaginación. Curiosamente, pasando unos meses, eres capaz de salir al centro con otro soltero o soltera que está pasando por similar proceso en su cabeza y son capaces de compartir sus problemas bajo unas cervesas sin remordimientos. Cosas que pasan.
Luego de varias relaciones e intentos de ellas, te das cuenta con algo de tedio y un poco de pena que la mayoría de las cosas que quisiste comenzar terminaron antes de decir “Hola”. Probablemente, te saltaste algún protocolo. Omitiste una frase. Tenías intención de hacer algo, lo olvidaste y te cobraron la cuenta. Y luego de miles de días de análisis tras análisis, concluyes que el error no está en ti. No puedes ser tú el que no está hecho para el amor. La culpa la tienen los protocolos. Así que consideras que no hay más opción para vivir dignamente que saltártelos. Ahora eres un soltero casual, que vive su soltería alegremente no porque lo haya escogido, sino porque ha encontrado el gusto dentro del estado febril y racional de la argolla perdida. Quieres y eres querido, pero ya sólo te preocupa la intensidad, no el modo. Y te incomoda cuando quieren ponerle nombre a lo que sientes. Así que te vas. Y sigues siendo un soltero, pero en otro lado.
El tiempo y el azar determinan no poco, y te parece curioso como los solteros se encuentran en el mundo y acaban compartiendo unos con otros. Se cuentan sus cosas, ríen bebiendo cerveza y fumando cigarrillos lights. El Sarcasmo y la Soledad son amigos que tienen en común. Los solteros se defienden y se protegen. Y contrario a lo que todos piensan, los solteros exitosos (que son exitosos porque tienen éxito en los objetivos que ellos mismos se plantean, no en lo que los demás podrían considerar “importante”) están bien así. Más que bien.
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martes, enero 08, 2008 at 3:03 p. m..
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