¿Qué por qué lo hago?
Te dices, Dios, a veces cuesta tanto mantener la felicidad, y qué fácil resulta perderla. Y en la obviedad de tantas frases como esa, no te queda más que afirmar tus convicciones, apagar el cigarro, y volver a entrar en el mundo que te queda. Al camino que has trazado. A tus cosas, a tu cama, a tus películas. A tus formas que tanto se cuestionan. A tu pasado, a tu presente... incluso al futuro del que tan poco quieres reflexionar, pero que debes. Y los fantasmas a modo de relatos. Las llamas que viven en tu cabeza. Y esas noches en vela donde no puedes dejar de ver un programa de mierda, escuchar una canción profunda, o escribir hasta que se te caigan los ojos.
Eso.